“Ahora, la justicia la administramos nosotros”, dijeron los represores a sus víctimas mientras la última dictadura militar desplegaba uno de los operativos más sangrientos y sistemáticos contra abogados laboralistas en la Argentina. La llamada “Noche de las Corbatas”, iniciada el 6 de julio de 1977, dejó un saldo de ocho abogados secuestrados —muchos de ellos defensores de derechos humanos— y tres de sus esposas también capturadas. Fue la mayor operación de represión masiva ejecutada en Mar del Plata.
Aquel plan, llevado a cabo por fuerzas del Ejército y de la Fuerza Aérea, fue concebido para eliminar a un grupo de profesionales que, con su trabajo, enfrentaban las arbitrariedades del régimen. Entre los primeros en caer estuvieron el abogado Jorge Candeloro y su esposa, Marta García, secuestrados en Neuquén el 13 de junio y trasladados en avión a Mar del Plata. Ambos fueron torturados en el centro clandestino conocido como “La Cueva”, un antiguo radar en la base aérea de Camet cedido por el comodoro Ernesto Agustoni al coronel Pablo Garda, jefe del GADA 601.
Marta sobrevivió para contarlo. Su testimonio resultó clave para reconstruir el horror: relató cómo vio a otros detenidos en “La Cueva” y cómo, mientras humedecía los labios del abogado Norberto Centeno para aliviarle el dolor, escuchó a los militares referirse al operativo como “La noche de las corbatas” y afirmar con cinismo: “Ahora, la justicia la administramos nosotros”.
Las investigaciones posteriores, iniciadas tras la recuperación democrática en 1983, confirmaron la participación en los hechos de la Concentración Nacional Universitaria (CNU), un grupo de ultraderecha que años antes había irrumpido a sangre y fuego en la Facultad de Arquitectura. En 1972, durante una asamblea estudiantil, un comando de la CNU asesinó de un disparo a la joven Silvia Filler. Los autores fueron condenados gracias a la activa intervención de Candeloro, pero en mayo de 1973 quedaron en libertad tras la amnistía decretada por el flamante presidente Héctor Cámpora.
Con la llegada de Isabel Perón al poder, la violencia de la CNU recrudeció. Amenazas, atentados y asesinatos se multiplicaron en Mar del Plata, obligando a los Candeloro a trasladarse a Neuquén. Allí no escaparon a la represión: tras su captura, fueron llevados a Mar del Plata en un vuelo en el que viajaban otros secuestrados desde el sur hacia Buenos Aires. Marta escuchó cómo, días después, su esposo moría bajo tortura. Su cuerpo nunca fue entregado y permanece desaparecido.
El 6 de julio, los militares avanzaron sobre los demás abogados. Según un documento desclasificado de la Embajada de Estados Unidos, fechado el 15 de julio y firmado por el diplomático Maxwell Chaplin, “Once personas -ocho abogados y tres de sus esposas- fueron secuestrados por hombres no identificados, fuertemente armados, en Mar del Plata, la semana pasada. Tres de ellos fueron liberados posteriormente pero no han brindado información sobre sus secuestros hasta la fecha. Uno de los abogados secuestrados apareció muerto en un camino cerca de Mar del Plata”.
Entre las víctimas estaba Norberto Centeno, reconocido abogado laboralista y autor de la Ley de Contrato de Trabajo durante el último gobierno peronista. El certificado de defunción consignó que su muerte se produjo por “shock traumático hemorrágico”. Su hija, María Eva, años más tarde declararía: “El día 7 de julio del año 1977, a la salida del estudio jurídico donde desarrollaba sus tareas mi padre, fue interceptado por un grupo de gente armada. (…) Con posterioridad en una segunda sesión de tortura, mi padre fallece, apareciendo su cadáver, tal como he manifestado, el día 11 de julio de 1977”.
La liberación del abogado Carlos Bozzi ocurrió en circunstancias tan absurdas como escalofriantes. Según narró en su libro Luna Roja y en la obra colectiva “La larga noche de las corbatas”, sus captores intentaron presentar su secuestro como obra de Montoneros, la organización guerrillera peronista ya diezmada por la dictadura. “Me comunican que voy a ser liberado en la ciudad de La Plata. Vendado y atadas las manos, me introducen en el baúl de un automóvil, el cual es interceptado por una patrulla militar (…) Se abren las puertas, hay tiros, corridas y muchos silencios. (…) Soldados me sacan del baúl y ya sin vendas en los ojos, un oficial Itaka en mano me comunica que en el coche hay dos muertos”, recordó Bozzi.
Años después, una pericia forense reveló que los dos fallecidos no eran sus secuestradores sino estudiantes universitarios que habían sido capturados en La Plata y trasladados para ser ejecutados. La dictadura vendió la operación como un triunfo contra la “subversión”. “Confirmó el Ejército la liberación del doctor Bozzi y la muerte de tres sediciosos”, tituló el diario La Capital de Mar del Plata al día siguiente.
Las víctimas de “La noche de las corbatas” fueron: Jorge Candeloro (desaparecido); Marta García (sobreviviente); Norberto Centeno (asesinado); Salvador Manuel Arestín (desaparecido); Raúl Hugo Alais (desaparecido); Carmelo Ricci (sobreviviente); Carlos Bozzi (sobreviviente); Tomás Fresneda (desaparecido); María de las Mercedes Argañaraz, esposa embarazada de Fresneda (desaparecida); Néstor Enrique García Mantica (desaparecido) y su esposa María Esther Vázquez (desaparecida); José Verde (sobreviviente) y su esposa Ana de la Arena (sobreviviente).
En 1985, durante el histórico juicio a las juntas militares, Marta García brindó un conmovedor testimonio que duró ocho horas. Frente a la Cámara Federal, revivió cada instante del terror vivido en “La Cueva”. Al finalizar, fue interrogada por los fiscales Julio Strassera y Luis Moreno Ocampo. Las defensas, por momentos, parecían más interesadas en desacreditar a los testigos que en argumentar en favor de los acusados. El abogado del general Roberto Viola incluso le preguntó si alguna vez había presidido un centro de estudiantes. El tribunal le prohibió responder por improcedente, pero Marta, estremecida, alcanzó a decir en voz baja: “Pero, yo tenía quince años entonces…”.
Así operó la dictadura: con perversión, brutalidad y cinismo, dejando una marca imborrable en la historia argentina.
Fuente: https://www.infobae.com
Autor:Alberto Amato
